martes, 9 de septiembre de 2008

Una mañana...

Eran las 11:00 horas, tras dejar el coche y el equipaje nos dirijimos a la playa, allí salían dos de los nuestros "el mar esta muy fuerte tios", un poco de parafina, estirar un poco los músculos y entré. Fue una de las veces en las que el mar no quiere que nadie le moleste y mostraba su lado más duro, así pues, poco a poco y sin molestar fuí entrando tras recibir fuertes golpes y ser arrastrado por una fuerte corriente que seguía sin dejarme traspasar el inquebrantable muro de espuma. No me quedó otra que retroceder y volver a examinar la posibilidad de entrar evitando el bofetón de agua que a un metro de profundidad me sacudía una y otra vez.
Pero no podía salirme sin más ya que tras ese infierno se encontraba una ola enorme y tranquila que aunque sin romper, valía la pena remar. Por ello, encontré un lado de la playa cuya corriente me llevó tras la rompiente y después de varios encontronazos conseguí llegar a mi destino.
Sólo eramos 3 en el agua en una mañana fría cubierta por un tenebroso cielo negro en la que decenas de curiosos usaban sus máquinas para inmortalizar aquel momento en el que verdaderas monstruosidades revestidas de H2O impactaban sobre el fondo provocando una montaña de agua hasta entonces desconocida para mí. Había que estudiar bien los movimientos,no podía ir sin control, o una mala actuación podría suponerme un buen susto, así que cada minuto que fue pasando me fue tranquilizando y me hizo disfrutar de esa mañana de surf en la que poco a poco la gente se fue animando y destruyendo esa soledad en la que me encontré en el pico durante horas.

Por cierto, al final... salió el Sol.