domingo, 8 de febrero de 2009

El leve sonido entrelazado de los pájaros picoteando en la ventana con el agua rompiendo contra las rocas iba despertándome. Una incesante sensación me levantó de la cama y me llevó a la ventana. La niebla iba desapareciendo mientras la silueta leve y difusa del mar iba abriéndose camino en un día que todos recordaríamos. Fueron varios los minutos que, sólo, permanecí contemplando esa instantánea que supuse, no se daría muy a menudo. Lentamente el sol iba asomando a medida que el viento del noroeste se iba imponiendo en el ambiente y los primeros pescadores buscaban el sitio que sin reparo alguno sería la compañía de éstos.
Allí se fue levantando. Varias fueron las ideas que interioricé con el fin de llegar al pico de una forma lo mas ventajosa posible. Una, otra, otra… Creí que dí con la solución perfecta hasta el punto de que cogí la tabla, un poco de parafina y me fui despacio para no despertar a nadie… Conforme bajaba cada peldaño las sensaciones iban cambiando, eran distintas. Hacía media hora que había abierto los ojos y ahí estaba yo ante un mar de tenue luz y con un sol que hacía lo posible por no despertar y dejar que imperase la niebla que cuento menos me producía algo de incertidumbre…



Ah… lo que sigue no lo he dejado de recordar ni un sólo dia.